Territorio, con su versión minifundista incluida, “Atlanticidad” variedades, elaboración, cultura de la viña

Antonio Portela

Estos ejes hacen girar la dinámica expansiva del vino gallego en un “bulir” de pequeñas reacciones, autónomas para cada región vitivinícola gallega, pero interrelacionadas con mínimas diferencias en el tiempo. Hay una conexión que transciende los límites de las propias denominaciones, que las vincula en esa dinámica común que lleva el mundo del vino en Galicia.

Encontraremos voces que hablen en términos agroindustriales para un sector que, si, depende de la coyuntura económica en la que está inmerso, pero esos parámetros que el ámbito político en su caso decidiría, no podrán torcer y mucho menos transformar los pilares que estructuran la identidad vitivinícola gallega.

El conocimiento de los espacios más adecuados para el viñedo, alguno de ellos incluso dotado de un algo más que le aporta un plus de complejidad, es como una decantación natural de la extensión del viñedo, como fue siempre a lo largo de la historia: contracción y extensión derivadas de las necesidades sociales y económicas de cada época, pero siempre conservando los vergeles originales en los que el viñedo se mantuvo a lo largo de las sucesivas generaciones.

En esta época en la que nos encontramos de consumo reducido a las cotas más bajas de la historia, seguramente desde el comienzo de su cultivo, resulta cuando menos arriesgado la ampliación de la superficie vitícola por terrenos que no le aportan nada, solo descenso de la calidad y por lo tanto de la imagen colectiva, y producciones sobradas que provocan reducción de precios y acumulación de volúmenes en bodega.

La extensión y renovación varietal que experimentamos, y que desde hace unos cuantos decenios nos acompaña por sucesivas oleadas y con diferentes maneras vocacionales, esta vez relacionada con los varietales autóctonos, debería realizarse con el sentido ancestral que relacionaba cada uno de ellos con las zonas más adecuadas a sus ciclos y requerimientos geoclimáticos, realizada esta  renovación sin tenerlo en cuenta, es decir provocada por modas o prisas comerciales, es frustrar las potencialidades de cada uno de los varietales recuperados.

Otra manera, desde luego más ancestral, de implantar o renovar un viñedo es la mezcla varietal para una misma viña, una diversidad que tenía su lógica, razonamientos ancestrales a los que yo doy más crédito que cualquier estudio moderno de agronomía, pero eso forma parte del lado romántico de un mundo que si no lo tuviera… pues que tendría los días contados. Espero que el sector más técnico olvide su primaria animadversión a todo lo que huela a espiritualidad o emoción, y al leer esto no caigan en la fácil descalificación.

En bodega la elaboración y tratamiento de las vendimias debería buscar la máxima expresión de los territorios, para cada tipo y destino de los diferentes vinos. Todo es posible, las ortodoxias acaban quemando libros siempre, si tenemos en cuenta la premisa que antecede a cada actuación que es el respeto al consumidor, así habrá vía libre para explotar todas las potencialidades que nos da la vitivinicultura en Galicia, lo que imaginemos… el futuro es extenso y el pasado ancestral aún está por recuperar.

Estas líneas son simples esbozos de lo que todos los días vamos escribiendo, de la dialéctica vitícola que tenemos que ordenar, retales de un mapa que vamos componiendo día a día, más rápido de lo que la mayoría de la gente imagina.