Juanjo Figueroa Treus

Juanjo Figueroa Treus, responsable de «Lume de Carozo» y «Cantamañanas»

«En Galicia pasa algo genial y es que al tener tantos suelos diferentes, tantos climas, da igual qué perfil de vino te guste, lo vamos a tener«

Juanjo Figueroa sorprendió a muchos hace ya siete años cuando decidió montar un restaurante-tapería en el Casco Vello de Vigo. Acompañado en esta aventura empresarial por su mujer, Raquel, y su suegra, Guille Ogando, Lume de Carozo consiguió en muy poco tiempo hacerse un hueco en las guías de los mejores restaurantes de la ciudad por su original cocina fusión galaico-mejicana, su excelente carta de vinos y por una exquisita atención al cliente. Desde Lume, pero también desde Cantamañanas, una cantina clásica que abrió hace unas semanas en el Mercado del Progreso, Juanjo contagia a todos su amor por los vinos gallegos, de los que destaca «su impresionante nivel». Es por ello, y por esa fe ciega en la calidad de los vinos de la tierra, que organiza desde hace años una cata mensual por la que han pasado los más importantes viticultores de Galicia.

IMG_9398-a¿Lume de Carozo es un proyecto personal?

Sí, es un proyecto que empiezo con mi mujer, que estudió gestión hostelera, y con mi suegra, que desde el principio ha estado ahí, echándonos una mano. Hacemos ahora 7 años, cogimos un local en el Casco Vello, una tetería que funcionaba con otro nombre, y lo decidimos reconvertir en un local dedicado a la gastronomía y al vino.

Hoy en día el Casco Vello de Vigo está muy de moda, pero hace siete años no era así. ¿Qué tal funcionó en los primeros tiempos?

Los inicios no fueron fáciles, es verdad, fue una apuesta arriesgada, pero yo siempre digo que somos unos románticos. Nosotros frecuentábamos el Casco Vello pero para lo típico, salir de copas, tomarte un bocata de jamón asado… Creíamos que aquello tenía que cambiar, que avanzar hacia otro tipo de negocio y apostamos por esa zona. Creo que al ponerle tanto cariño, nos salieron las cosas bien, pero también influyó el factor suerte, empezaron a abrirse más locales y se creó una zona. En Lume funcionamos muy bien desde el principio pero con la llegada de más locales, el Casco Vello empezó a venirse arriba hasta lo que es hoy en día, que es una maravilla.

¿Cómo se les ocurrió ponerle ese nombre al restaurante?

Cuando yo era chaval, recuerdo que identificaba la comida de casa con la que hacía mi abuela en Boiro en una cocina de hierro, a la que echaba carozos del maíz. A pesar de la influencia mejicana evidente, tanto por parte de mi mujer y mi suegra que son las que están en cocina, Lume de Carozo no consiste en un restaurante mejicano al uso. Aquí hacemos una mezcla con los productos gallegos y por eso, en la carta de Lume te puedes encontrar los típicos tacos mejicanos, pero de atún rojo o de carne ó caldeiro. Es una cocina fusión.

¿Quién manda en la carta de Lume de Carozo?

Sobre todo mi mujer, que es la que se curra más los platos, aunque hay aportaciones de otros profesionales que también trabajan en la cocina del restaurante. Cada tres o cuatro meses cambiamos muchos platos porque lo que perseguimos es que también haya diversión, no caer en la rutina. A veces nos riñen los clientes cuando sacamos alguna de sus recetas preferidas, pero cuando prueban las novedades, se quedan tranquilos.

¿Y en el caso de la carta de vinos?

Ese es mi «negociado», me encargo yo. La carta es muy variada y se nota que hay mucha confianza en el producto de casa, es decir, en los vinos gallegos. Rías Baixas tiene un protagonismo principal, pero de la misma forma que también lo tienen el resto de denominaciones de origen gallegas. Hoy en día tenemos unos vinos fantásticos en nuestra tierra, con un presente increíble y un futuro infinito, son vinos de un nivel impresionante. Y es responsabilidad de todos que se conozcan más porque, por desgracia, sólo se conocen unas pocas marcas de las miles que hay y que están haciendo las cosas francamente bien. Como soy un enamorado del vino, en la carta he metido también algunos del resto de España, no sólo Rioja y Ribera, que también, pero de otras D.O. como Tenerife, Alicante, Mallorca… También incluimos vinos de Alemania, Chile, Francia o Italia. Queremos que la gente pruebe de todo y se lo pase bien.

¿Tenía experiencia en el mundo del vino antes de Lume?

En lo que respecta a los vinos, cuando abro Lume es cuando realmente me empiezo a formar. Ya había participado en algún curso impartido por Xoán Cannas y me decidí a entrar en el Instituto Galego do Viño como alumno para hacer el curso de sumiller. Ahí es donde me formo y donde empiezo a disfrutar más de la hostelería, porque lo ves todo desde un prisma diferente, conoces más el producto que vendes y sabes cómo trasmitirlo. Ahora soy tutor de curso en el Instituto Galego do Viño.

Por su experiencia en el restaurante, ¿los clientes aceptan bien las novedades?

Tenemos una clientela muy heterogénea, desde chavales jóvenes que empiezan a probar el vino y quieren conocer más marcas, hasta gente muy mayor, a los que te cuesta aconsejar porque vienen con las ideas muy claras. En el mundo del vino, como en la vida, hay que tener empatía y saber qué o a quién aconsejar. Desde ese punto de vista, consigues que todos prueben cosas nuevas. Además, en Galicia pasa algo genial y es que al tener tantos suelos diferentes, tantos climas, tenemos un montón de variedades autóctonas. Da igual que perfil de vino te guste, en Galicia lo vamos a tener y eso es maravilloso porque nos da un abanico de posibilidades a los sumilleres tremendo. Hay que beber Galicia.

¿Podría quedarse con una denominación o una variedad en concreto?

No puedo, sería injusto, no soy capaz de nombrar a un vino sobre otros. Tampoco podría puntuar el trabajo de una persona, de un viticultor, es algo muy duro.

Creo que también organizan catas

En Lume llevamos años haciendo catas y «harmonías» con otros productos. Recientemente hicimos una de quesos y de vinos de Jerez que fue impresionante. Una vez al mes viene un viticultor a presentar sus vinos y hacemos una cena-maridaje. Han pasado por el local mucha gente importante en el mundo del vino y cada vez son más los que están interesados en participar. Se anuncian a través de las redes sociales y también enviamos un correo a nuestra base de datos de cliente. Son grupos de una veintena de personas y todos disfrutamos un montón. En el nuevo proyecto que hemos montado, también quiero organizar catas, es una forma estupenda de que la gente conozca nuevos vinos y disfrute de lo bueno que tenemos en Galicia y fuera de ella.

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Y siete años después de Lume de Carozo nace Cantamañanas, una cantina clásica…

Todo surge porque en Lume de Carozo tengo la suerte de tener unos compañeros fantásticos, que curran como leones y que defienden el proyecto como si fuera suyo. Esa entrega me ha permitido montar esta historia en el Mercado do Progreso y poder estar aquí dándola a conocer. Es una apuesta más canalla, un poco más informal, sin mesas, sin manteles, una forma de hostelería totalmente diferente. Cuando me lo propusieron, y viendo lo que mimaban Lume mis compañeros, me decidí, era algo que me apetecía mucho. En Cantamañanas, además de comer, la gente puede comprar vino, o chatear algunos no habituales como un Vega Sicilia o El Pecado de Raúl Pérez, de Ribeira Sacra. Llevamos una semana abiertos pero es genial, aquí vienen a tomar una tapa desde las señoras o señores de una cierta edad que vienen al mercado a comprar pescado, hasta los jóvenes que quieren probar algo nuevo. La cantina, como el resto de establecimientos que ha abierto aquí, está teniendo una gran aceptación. Son locales de una gran versatilidad.

¿Por qué Cantamañanas?

Seguimos con el concepto de vinos muy gallegos, de cocina galaico-mejicana. Es una fusión y lo de Cantamañanas me lo aplico, porque estoy siempre a mil cosas, muchas veces llego tarde y no me da tiempo a nada. Así que como el local no tenía nombre, el arquitecto le puso al proyecto el nombre de Cantamañanas a la espera que decidiéramos uno. Al final nos encantó y así se quedó.