Bodega Javier Vasallo

«Queríamos que Javier Vasallo fuera un vino diferente, no uno más, y creo que estamos en el buen camino»

Hablar con Javier Vasallo es un placer. Buen conversador y dotado de una excelente memoria para el detalle, el ex alto ejecutivo de Disney, reconvertido ahora en bodeguero, nos habla de cómo llegó a Leiro y del tipo de vino que quería hacer. El niño de Trasanquelos que estudió en Madrid y Estados Unidos, y que posteriormente dirigió durante veinte años Buena Vista Internacional, volvió en 2010 a Galicia para poner en marcha este proyecto empresarial, “una ilusión” de la que disfruta con pasión en esta época de su vida.

Su vida es apasionante, pero vayamos al inicio. ¿Quién era Javier Vasallo, qué hacía  antes de llegar a dirigir Buena Vista International ?

Mi currículum es relativamente sencillo, estudié Publicidad y Económicas en Madrid, en la Universidad Complutense. Me titulé en Publicidad  y al acabar la carrera tuve la suerte de que me dieran una beca para Estados Unidos, para hacer un Máster en la Universidad de Indiana. Hablamos del año 1968, cuando no mucha gente podía permitirse ir allí. Me fui a Bloomington, que era el nombre del pueblo que albergaba la Universidad, una universidad importante de más de 40.000 estudiantes, de los que creo que sólo dos o tres éramos españoles. Cuando regresé a España empecé a trabajar en Publicidad, en agencias multinacionales y después me pasé a la rama del Cliente y trabajé con marcas muy importantes como Gillete, Johnson Wax o  Estée Lauder. En Disney entré en el año 92 y ahí pasé la mayor parte de mi vida profesional porque estuve 20 años  como vicepresidente, director general de Buena Vista Internacional, que es la rama de cine para España y Portugal.

¿Cuénteme cómo llega un gallego a dirigir una compañía de las características de  Buena Vista Internacional?

Me ficharon a través de un ‘headhunter’  (cazatalentos) cuando estaba trabajando en otra compañía. Esta persona me preguntó si estaría interesada en trabajar para Disney y evidentemente le dije que sí, aunque también le dije que yo de cine no tenía ni idea, que mi única vinculación con ese mundo era que mi hermano era un gran productor que trabajaba en México y Miami. El perfil que buscaban era de un profesional con experiencia en marketing de productos de gran consumo y  que no tuviera relación previa con el mundo del cine porque querían formarlo ellos. Y así empezó, en el año 92, Buena Vista Internacional, en un despacho en la calle Ourense de Madrid que ocupaba al principio sólo yo, hasta que contraté a más gente.

¿Qué cualidades se requieren para permanecer en un puesto tan importante durante casi 20 años?

Creo que es fundamental ser una persona con grandes conocimientos de Marketing, que se un apasionado del mundo del cine -cuando entré no tenía ni idea de este mundo, pero sí me encantaba el cine-, y después trabajar, trabajar y trabajar. Ahora que ya estoy jubilado, miro la agenda que tenía en esos años y no me lo puedo creer: cuatro días en el Festival de san Sebastián, de ahí un día a Madrid, después dos días a Londres, al día siguiente volar a Los Ángeles… Una locura que sólo es posible si te gusta realmente lo que haces. La verdad es que he disfrutado mucho.

En todo ese tiempo, imagino que tiene miles de anécdotas, algunas ya contadas en el libro “Sin claquetas. 40 historias de cine”, ¿se ha dejado muchas historias inconfesables en el tintero?

No muchas, a veces la gente piensa que pasan más cosas inconfesables de las que realmente pasan. En el libro intenté contar lo que la gente no ve cuando asiste a un estreno o lo ve por la televisión, lo que hay detrás. Hay actrices y actores muy conocidos que tienen sus caprichos, pero no tantos. Recuerdo muy bien a Demi Moore porque antes de conocerla me advirtieron de que tuviera cuidado, que era una persona muy complicada, y al final me encontré con una señora encantadora, que nos trató de maravilla y nos hicimos íntimos amigos. Un mal recuerdo puede ser el que me dejó Madonna, es una mujer muy difícil, bastante maleducada, que llegó al estreno de la película “Evita” con hora y pico de retraso. Pero en general me he encontrado con gente muy sencilla.

¿Se prejubiló en 2010, fue en ese momento cuando decidió escribir un libro?

La prejubilación fue una iniciativa mía porque quería ser dueño de mi destino, no quería que me pasara como ocurre mucho en las multinacionales que un día llegas a tu despacho y te encuentras un cheque y te dicen que no vuelvas. Eso me llevo casi tres años de negociaciones con la empresa y al final llegamos a un acuerdo muy bueno. En el momento que decido prejubilarme me encontraba físicamente y mentalmente muy bien y ahí es cuando me planteo por un lado escribir el libro “Sin claquetas. 40 historias de cine” y lo de los vinos, que me permitía volver a la tierra, regresar a Galicia. 

En sus 20 años como directivo, Buena Vista distribuyó cerca de 400 películas, algunas muy conocidas. Entre esas, ¿alguna que sea especial para usted?

Precisamente hoy con la muerte de Antonio Mercero, que fue estos días, me acuerdo mucho de Antonio y de su última película, “¿Y tú quién eres?”, que era sobre el Alzheimer. También ha habido otras películas españoles que he estado muy orgulloso por poder distribuir como “Camarón” o “Cuarta planta”, también de Mercero. En el plano internacional, me vienen a la cabeza toda la serie de “Los piratas del Caribe”, “El Rey León”, “La Bella y la Bestia” y las grandes películas de animación de Disney. También tengo un gran recuerdo de “El sexto sentido”, porque fue récord absoluto de taquilla durante mucho tiempo. Casi 400, han sido muchas películas.  

La sociedad está cambiando, las plataformas digitales, las series de televisión están tomando el relevo del cine. ¿Se puede hacer algo para revertir esta situación?

Lo que está pasando es que la gente ahora tiene diferentes formas de ver cine, y no debemos olvidar que cuando empezó el cine, no existía la televisión. Y la aparición de la televisión no fue el fin del cine, como pronosticaban muchos. Ahora hay otros formatos, podemos ver una película en el teléfono móvil o en la ‘tablet’, en cualquier sitio. Y lo que ocurre, y eso es innegable, es que la asistencia a las salas ha bajado, yo recuerdo que en España se ha llegado a tener hasta 140 o 145  millones de espectadores al año, y ahora estamos  alrededor de 100 millones. Así que ha habido una bajada y una reconversión muy importante en la industria, los cines están ahora en centros comerciales, alejados del centro de la ciudad muchos de ellos… pero la experiencia de ir al cine sigue siendo única, sentarte en una butaca con unas palomitas o un refresco, al lado de gente que no conoces y disfrutando de una experiencia única no se va a perder nunca. El cine en sala no creo que vaya a morir nunca y de hecho los dos últimos grandes estrenos de Disney “Los Vengadores” y “La pantera negra” han hecho sólo en Estados Unidos unos 600 millones, lo que significa que alrededor del mundo harán unos 1.000 millones cada una de estas películas, sólo en salas. Y después está el vídeo y la tele.

Usted siempre ha ejercido de gallego. ¿Cuándo decidió volver a esta tierra y meterse en el negocio del vino?

Es algo que también tiene que ver con el cine. La persona que tiene el único cine que hay en Leiro, que es antiguo y precioso, era cliente nuestro y un día me dijo que tenía una finca preciosa en esta zona, con un molino de 200 años, que no podía trabajar y se ofreció a vendérmela. Vine a ver la finca con mi mujer, nos gustó mucho, la compramos y ahí empezó el proyecto del vino Javier Vasallo. Además, Cuerda ya estaba aquí, y yo tengo buena relación con José Luis, también charlé con otra gente y llegamos a la conclusión de que esta zona era una de las mejores del Ribeiro. La primera finca que compré, La Fervenza, decían que era una de las mejores, tiene siete terrazas en socalcos y una calidad muy buena. Traté de comprar después otras fincas y no fue fácil.

¿Y cómo se enfrenta un alto ejecutivo de una multinacional al minifundio gallego?

Ten en cuenta que mi infancia fue de aldea, en Trasanquelos, sigo hablando gallego y entiendo la mentalidad, así que costó pero conseguí comprar más fincas, aunque no todo lo que me interesaba, es cierto. Tengo unas ocho hectáreas, unas 6.700 cepas, y estoy muy contento con eso, ahora no quiero más, no quiero complicarme más la vida.

¿Cuál es la variedad que predomina en sus cepas?

Tengo un 80% de Treixadura, y el 20% restante es Albariño, Godello y Loureira.

¿Conocía los vinos del Ribeiro? 

Sí, ya me gustaban, realmente en vino blanco era la Denominación de Origen que más me atraía. Ahora las cosas están cambiando, hay un nuevo protagonista que es el Godello, que es una uva fenomenal, que gusta mucho a la gente.

¿Ha conseguido ya el vino que quería?

Bueno, empezamos a plantar las primeras cepas en 2011 y la primera cosecha que hicimos fue en 2014, que apenas cogimos 500 kilos de uva. Estuvimos experimentando con el enólogo, al principio hicimos un vino  todo de barrica, un vino estupendo pero que le faltaba redondearlo. Poco a poco fuimos a la tendencia que tenemos ahora de un vino “coupage”, es decir, que tiene parte de barrica de roble francés y parte en acero inoxidable. Ahí está ocho meses. Buscamos el equilibrio entre la madera y la fruta. Queríamos hacer un vino diferente, no un vino más. Y creo que estamos en el buen camino. Siempre va a haber matices, la uva nunca es igual de un año a otro, pero el equilibrio está ahí. Es un vino aromático, frutal, fresco, pero con un toque de madera que le da esa elegancia y untuosidad que buscábamos, ese algo más. 

¿Cómo lo describiría?

Es un vino muy agradable en boca, muy goloso, con una graduación ideal para este tipo de vinos, y estamos muy satisfechos, la verdad. El año pasado vendimos toda la producción antes de llegar al verano  y este año que tenemos un poco más, la venderemos con calma . Distribuimos en A Coruña  y en Madrid, en los mejores restaurantes, y estamos negociando ahora con un gran distribuidor de la provincia de Pontevedra y espero que lleguemos a un acuerdo en breve.

En 2016, sólo un año después de estar en el mercado, ya recibió un importante premio, ¿le sorprendió?

Fue una iniciativa de Alfonso, el enólogo, pero yo no soy muy de premios. Esto hay que verlo en su contexto, el vino para mí es un hobby ilustrado, ni soy un gran experto, ni mi vida va a depender de esto, es una ilusión que tengo y que me permite hacer algo por mi tierra, por Galicia. Evidentemente estoy encantado con el premio, pero no es mi objetivo presentar mi vino a concursos. Tenemos una producción pequeña, limitada y para mí mi mayor satisfacción es abrir una botella con mis amigos y que les guste.

Se ve que lo suyo con el vino es una historia de amor de las que tienen final feliz.

Sí, definitivamente. De momento, claro, que  aún queda mucho para el final. El mundo del vino es muy complicado, pero tengo la suerte de contar con tres personas: Alfonso Losada, el enólogo; Montse, que es la encargada de la bodega, y por supuesto Julia, que está con las cepas y que conoce la tierra como si fuera suya. 

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