Frédéric Galtier, Embajador del Concurso Mundial de Bruselas en España

“Hay mucho interés en que el Concurso de Bruselas se celebre en Galicia y para mí sería fabuloso porque lo tenéis todo”

 

Hace quince años, en 2004, Frédéric Galtier decidió viajar unos días a Barcelona antes de volver a Chile, país en el que había descubierto el apasionante mundo del vino y al que regresaba con una interesante oferta de trabajo. Lo que realmente pasó fue que Galtier nunca volvió, decidió quedarse en España y aquí sigue. El Embajador en nuestro país del Concurso Mundial de Bruselas, y responsable de la comunicación del certamen a nivel internacional, es una de las personas que más ha hecho por mostrar al mundo la gran variedad y personalidad de los vinos españoles. Gracias a él en estos últimos años ha aumentado notablemente la presencia de muestras nacionales en el certamen que representa, uno de los más prestigiosos del mundo, y será también gracias a él que Galicia acoja en un futuro este concurso.

 

Vive en Barcelona desde 2004 y entre sus aficiones destacan la fotografía, las motos y la música. ¿Y su interés por el mundo del vino de dónde le viene?

Veo que ha investigado en mis redes sociales (risas). Estudié Relaciones Internacionales en París porque quería trabajar en Diplomacia, pero uno de mis primeros cargos fue en la Embajada de Chile con un trabajo que tenía que ver con los vinos chilenos, así que mi interés empezó ahí. Es curioso porque mi padre fue redactor jefe de una revista de vinos en Francia, pero yo nunca pensé trabajar en este sector, pero el trabajo que se podía hacer a nivel internacional con los vinos me pareció muy interesante y me enganché. Después de estos cinco años en ProChile, me contrataron en una empresa de organización de ferias, entre las que se encontraba la Feria del Vino de Bruselas. 

¿Cuál es el papel del delegado en España del Concurso Mundial de Bruselas?

Conocí al equipo belga del Concours trabajando en la feria de Bruselas. Y cuando dejé el cargo y me instalé en Barcelona en el 2004, me llamó el dueño del concurso de Bruselas y me ofreció que me encargase del desarrollo de este evento en España. Había mucho trabajo por hacer, en aquel momento pocas muestras de vinos españoles se presentaban al concurso y a lo largo de estos años he conseguido que aumentara la participación de bodegas y, evidentemente, que se incrementara el número de muestras de vinos españoles participantes. Algo después también me encargaron que me ocupara de la comunicación internacional del Concurso, aunque ahora estoy más concentrado en mi papel de embajador aquí, en España. 

¿Por qué este concurso se ha convertido en uno de los más prestigiosos del mundo?

Creo que lo que hace que este concurso sea distinto es su carácter itinerante, pienso que fue un gran acierto la decisión de no quedarse en Bruselas. Que el concurso viaje de país en país le da un carácter claramente internacional y lo acerca más a las zonas de producción. Yo llegué justo con ese cambio, mi trabajo coincidió con la primera edición que se celebraba fuera de Bélgica, que fue Portugal, concretamente en Lisboa, en el año 2006. La primera edición que acogió España fue en 2009 en Valencia y fue un descubrimiento para muchos catadores. Es un evento que comparte su capacidad de captar la atención mediática con las zonas que visita. Y esta es la primera razón que hace que sea tan diferente de los demás concursos que se celebran hoy en día. Pero si bien su carácter itinerante es muy positivo, también tiene sus inconvenientes porque es más complejo. De hecho, antes de tomar la decisión de hacerlo itinerante hubo un gran debate en torno a este tema, y fue una apuesta arriesgada, pero acertaron. Eso le ha servido para su reconocimiento a nivel internacional. 

¿Cómo se elige al panel de cata?

El panel de cata ha evolucionado mucho, no debemos olvidar que el concurso no es un recién llegado, nació hace 25 años gracias a una relación muy cercana entre Bélgica y Quebec. Los canadienses tienen un concurso desde hace mucho tiempo e instaron a Louis Havaux, presidente de la Federación Internacional de los Periodistas de Vino, a hacer uno similar en suelo belga. El hombre aceptó el reto y se atrevió a hacerlo, así que el primer panel de cata estaba formado un poco por un grupo de amigos. De hecho, Louis Havaux, al que tuve el placer de entrevistar en varias ocasiones, me confesó que nunca pensó que el concurso iba a acabar siendo lo que es hoy. El hecho de viajar y de que el concurso estuviese en Bruselas, capital de Europa, le dio un plus que quizás otros concursos no tienen. Así que ahora y a nivel de catadores, no es un concurso de técnicos, es un concurso de comunicadores, un concurso para el público final. No se trata de una cata que intente detectar defectos, sino que está organizada para dar a conocer vinos, para difundir su consumo. A veces cuesta cambiar nuestras rutinas, así que la labor del concurso es mostrar las novedades, ayudarte a salir de tu zona de confort, pero con la garantía de un premio del Concurso Mundial de Bruselas. Está hecho y pensado para los consumidores y por esta razón, en nuestro certamen participan cada vez más distribuidores porque pensamos que la prescripción del vino está cada vez más en el punto de venta.

Este año la sede del certamen es Suiza, la ciudad de Aigle. ¿Cuánta preparación lleva la organización de un concurso como el que usted representa?

Un año y medio de trabajo es lo ideal. Lo importante para este tipo de concurso itinerante no es tanto el prestigio de los vinos de la zona que nos va a acoger, sino su capacidad para recibir un grupo de profesionales de tal magnitud. Hay que entender el Concurso de Bruselas como un gran viaje de prensa y hay que ser capaz de alojar a todos los participantes cuatro o cinco noches. Vamos, que es necesario que haya una infraestructura hotelera importante, lugares para visitar y un espacio amplio para acoger el evento propiamente dicho que necesita de unos 5.000 metros cuadrados. Este año, será un certamen muy divertido porque se organiza en la sede de la World Cycling Centre, un lugar emblemático y nosotros estaremos catando vinos en el medio de la pista.

¿Cuántos vinos se catarán y de cuántos países?

Contamos con que se caten unos 9.000 vinos, estamos en plena fase de inscripciones, y no me atrevo a decir una cifra precisa. Hay un crecimiento cada año, pero tampoco es nuestro principal objetivo aumentar demasiado el número de muestras. Queremos mantener el mismo sistema de catas y es la cifra que barajamos. En cuanto al número de países productores que participan en el concurso calculamos que serán sobre 50, quizás algunos más. Cada vez hay más países que producen vino, China está entrando fuerte. Hay nuevos actores y además han vuelto productores tradicionales de la Europa oriental que han recuperado mucho su calidad productiva, y son países que necesitan conquistar mercados y darse a conocer, y necesitan herramientas de promoción como la que ofrece este concurso. Es una plataforma de notoriedad y de exportación. 

¿El porcentaje de hombres sigue superando al de mujeres catadoras o la cifra se está equiparando en los últimos años?

Intento que el panel sea más joven y que haya más paridad entre hombres y mujeres. Me encantaría que hubiera un 50% de mujeres y hombres, pero este es un sector que, desgraciadamente, todavía es masculino y conservador. Es cierto que están empezando a cambiar las cosas y que es un cambio liderado por los países que más consumen vino, porque el consumo es cada vez más femenino y eso ayuda. Pero en la Europa meridional nos cuesta ese tipo de cambios, y no sólo en España: en Italia, Francia y Portugal pasa exactamente lo mismo. Lo importante es que somos conscientes del problema y se están dando pasos.

¿En qué momento se encuentran los vinos españoles?

En muchas partes del mundo, el vino es una bebida de moda y los vinos españoles también, es evidente. Ahora, lo que más se valora en los mercados de consumo es la diversidad. En mis inicios en el sector, en la década de los 90 con los vinos de Chile, era la gran época de los vinos varietales de cepas “internacionales” como la chardonnay o la cabernet. Eso ha cambiado. Continuando con el ejemplo chileno que conozco bien, Chile ahora está diseñando sus propios sistemas de denominaciones por valles y recuperando variedades primitivas como la país. Lo mismo pasa en España: de cara al exterior, los vinos españoles era muy marquistas y formateados, generando fidelidad entre los consumidores pero ahora hay mucha más diversidad. Denominaciones que se han dado a conocer, que empiezan a llegar a los mercados internacionales con sus variedades impronunciables, y que resultan nuevas para muchos consumidores. Es el caso de Galicia, hace poco estuvimos viajando, de la mano de Luis Paadín, por las denominaciones de origen gallegas y es apasionante lo que está pasando en vuestra tierra. Evidentemente tenéis el Albariño, pero no solamente, también está el Godello, la Treixadura… y otras variedades tintas maravillosas como la Mencía, el Sousón o la Garnacha Tintorera, que me sorprendió mucho. El proceso de recuperación de las variedades autóctonas es muy interesante. Creo que esta diversidad española encaja muy bien con lo que están pidiendo los consumidores y expresa esta autenticidad tan valorada. 

¿Y cuál sería el desafío para nuestros vinos?

Llevo más de 14 años viviendo aquí y tengo claro que el desafío es su mercado interno porque el consumo es insuficiente para un país productor, y es algo que no deja de ser curioso. Es un fenómeno único en el mundo del vino. Y esa cifra tan baja de consumo te obliga a exportar, que no es malo porque te obliga a superarte compitiendo con el resto del mundo, pero también te da un poco de debilidad a nivel de promoción y de imagen. La fuerza del Champagne es que la mayoría de la producción se vende en Francia, no depende de las coyunturas de Japón o de Rusia. Tener un mercado asentado en tu propio país, ayuda mucho, te da estabilidad y recursos para comunicar y promocionarte. Pero la situación en España la he visto cambiar como consumidor, viviendo ya aquí, y es indudable que ha mejorado mucho, sobre todo a nivel de su distribución. Vivo en una ciudad de unos 70.000 habitantes, cerca de Barcelona, y tengo cerca  cuatro o cinco tiendas de vinos con criterio. Eso no existía cuando llegué, así que las cosas están cambiando para bien.

¿A nivel internacional tenemos una buena imagen?

Y a nivel internacional, es cierto que España tiene buena fama en lo que respecta a la relación calidad-precio, pero además también pesa el que ofrezcan vinos de caracteres distintos, vinos con personalidad propia, adaptándose a lo que quiere el mercado, pero sin dejar de ser diferentes. En los 90 se buscaba la uniformidad en los vinos y ahora se buscan vinos únicos, distintos. Es algo que vemos en el Concurso de Bruselas porque analizamos los vinos que nos mandan y ahora hay mayor diversidad de variedades que hace unos años. España siempre ha obtenido resultados excelentes, siendo varios años seguidos, el país que más Gran Medallas de Oro recibía. 

¿Para cuándo el certamen en Galicia?

Te aseguro que tengo ganas que el Concurso se celebrara en Galicia, falta saber cuándo. Se trata de un tema complejo porque competimos con muchos países y aunque estoy trabajando en ello, y ayudando para que se celebre en tierras gallegas, no es inmediato y no me puedo atrever en dar fechas. Sé que hay mucho interés y para mí sería fabuloso que se hiciera allí porque no dudo que esa diversidad que tenéis es un tesoro. Galicia lo tiene todo, además de buen vino, una gastronomía y unos paisajes espléndidos, ciudades e infraestructuras o sea que cumple perfectamente con nuestros requisitos. Es una cuestión de calendario, nada más. Me gustaría recibir una delegación gallega en Suiza para que vean la magnitud del evento y se proyecten en una futura edición en Galicia.