Jorge Carnero, propietario de la bodega Jorge Enrique Carnero Fiuza

«No tengo interés en que la empresa crezca, esto es un estilo de vida»

 

Jorge Carnero, propietario de la bodega que lleva su nombre y elaborador de reconocidos vinos como «Viña Cazoga» o «Don Diego», es el digno hijo de su padre, un enamorado del Amandi que decidió reunir los viñedos de su abuelo y dedicarse en cuerpo y alma a su pasión a través de la recuperación de cepas centenarias. Hablamos de finales de los años 70, lo que dice mucho de su espíritu visionario. Hoy en día, Jorge continúa esa visión romántica de una profesión, la de viticultor, que en ciertas zonas de Ribeira Sacra sigue siendo cosa de héroes.

 

Hábleme de su bodega y de qué le impulsó a poner en marcha este proyecto

Mi bisabuelo fue en su día el mayor cosechero de Amandi, llegó a tener muchas hectáreas, y mi padre quiso retomar la tradición vitícola de la familia y fue comprando el viñedo a sus primos y tíos para reunir de nuevo la viña familiar. Eran los años 70 y  él estaba destinado en Guinea, pero la distancia no fue un obstáculo para cumplir con su sueño. De ahí viene el origen en tiempos modernos de la  bodega actual, gracias a mi padre y su labor de reunir el núcleo de la viña del bisabuelo.

Creo que su padre se empeñó en recuperar las cepas viejas, algo sorprendente en el momento en el que lo hizo porque no era lo habitual en esos años

Sí, fue un poco a contracorriente porque ten en cuenta que hablamos de finales de los años 70. De hecho mi padre  fue de los que abogó en su día porque se hiciera un Denominación de Origen Amandi. Eran tiempos en los que no había ni pistas, ni catamarán y el esfuerzo de vendimiar y cuidar de la viña era realmente heroico. Quizás por eso en aquel momento le llamaron  «O tolo de Cazoga», porque decían que dormía en una cuba.

¿Y era cierto o sólo una leyenda?

(Risas). Era era verdad porque mientras no arregló la casa vieja de mis abuelos puso una cama en una cuba y dormíamos allí. Pero no había nada que le echara para atrás, en su ánimo siempre estuvo el recuperar lo que hacía su abuelo.

¿De dónde le venían esas ideas?

Es algo que llevaba en la sangre, en la genética. Echaba de menos las historias que le contaba su abuela de cuando llevaban el vino  en carro para vender a la feria de Monforte, toda esa tradición vitícola  que él veía que se estaba perdiendo y simplemente quiso recuperarla. Es algo que siempre tuvo  en la cabeza.

De hecho su padre sigue muy presente ya que uno de sus vinos, Don Diego, es un homenaje a su figura. ¿Por qué ese vino concretamente?

Porque representa lo mejor que yo puedo ofrecer, dentro de lo que es un vino tradicional de Amandi y de cepas centenarias, con el aporte de la crianza en madera. Comencé a elaborarlo en 2001, coincidiendo con el fallecimiento de mi padre, y le puse su nombre un poco como  homenaje, para reconocer su labor. Es un vino que mantiene todo lo tradicional, con un aporte de crianza, sin maquillaje enológico.

¿El mundo del vino siempre le gustó o pudo más la presión familiar?

Ahora me gusta, pero en su momento…. Yo era un poco como el secretario de mi padre, iba  con él  a todos partes y eso es algo que mamé desde muy pequeño, todos los fines de semana, los festivos. Al principio me costaba un poco, pero con el tiempo se me metió dentro y ahora lo amo profundamente. A pesar de que el mundo del vino en general me es un poquito ajeno, tengo que reconocer que el Amandi es mi vida, lo quiero.

El edificio que alberga la bodega es una construcción que data del siglo XVIII, reformada y restaurada. ¿Reciben visitas?

La bodega no forma parte de ninguna ruta, pero quien quiera venir, bienvenido es. De hecho es frecuente que se acerquen por aquí grupos pequeños de amantes del vino.

Tienen algo más de cuatro hectáreas de viñedo en una parcela que linda con el río. ¿Los que visitan su viñedo no se quedan fascinados con lo de la viticultura heroica?

Bueno, como bien dices, hay que verlo para creerlo. La gente se queda muy sorprendida porque estamos hablando de una zona del mundo que posiblemente sea la que tiene más pendiente, así que se quedan fascinados, tanto con la viña como con el esfuerzo que requiere su cuidado y también con la calidad del vino. De hecho, el crítico estadounidense John Gilman quedó completamente alucinado con el vino y la zona.

La capacidad total de la bodega es de 2.6000 litros, pero creo que su producción anual está en torno a los 10.000. ¿El objetivo a corto plazo es crecer?

Mi objetivo es mantenerme, no tengo ningún interés en crecer, esto es un estilo de vida. Yo cultivo mi viña y elaboro mi vino, no voy a salir de aquí.

¿Dónde está vendiendo su vino?

Mis vinos se venden fundamentalmente en Galicia, aunque también exporto algo a Estados Unidos y Dinamarca.

¿Ha notado en las ventas el efecto Ribeira Sacra?

Al ser la mía una bodega pequeña, prácticamente me muevo en el boca a boca, así que no tengo esa capacidad de discernir si las ventas se deben a ese efecto. De lo que sí estoy seguro es que hay más conocimiento e interés por esta zona, desde luego.

Tal y como está concebida su bodega, parece que obedece más al romanticismo que a lo comercial

Sin duda aquí hay más romanticismo que sentido práctico. Vivo bien, no tengo problemas en ese sentido, hago lo que quiero y me gusta. Así que puedo decir que estoy satisfecho.

¿Se plantea la elaboración de algún vino más?

No, en principio, no. He hecho algún pequeño experimento, algo puntual de maceración carbónica, pero sigo con los vinos que estoy haciendo.