Los viñedos atemporales: milenios de producción vitivinícola

Cuando hace seis años comenzábamos la búsqueda de uno de los mayores patrimonios vitivinícolas de los que dispone Galicia (sus Milenarios Lagares Rupestres), no imaginábamos el mapa que se está configurando con la continua aparición de nuevas estructuras.

Deteniéndonos un momento para analizarlo, no hemos podido evitar percatarnos de que la distribución de los Lagares Rupestres “coincide” con las actuales delimitaciones de las denominaciones de origen vitivinícolas gallegas y que éstas, a su vez, se enmarcan dentro del mapa climático, según la “potencialidad climática para el cultivo de la vid” desarrollado por el profesor Xosé Manuel Santos Solla (Profesor de Facultad de Geografía e Historia en USC).

Algunos pensarán que esto es casualidad, otros que no tiene ninguna relevancia, sin embargo nosotros no nos resignamos a abandonar las posibilidades discursivas que se abren con cada nuevo hallazgo. La impronta social y económica que los Milenarios Lagares Rupestres de Galicia pueden aportar no es baladí, y verlo de otro modo no es sino una postura conformista que abochornaría al mismísimo Décimo Junio Bruto, una actitud impropia del orgulloso pueblo castreño.

Sin embargo, poca casualidad tiene, y es que en tiempos de Columela (siglo I n.e.) cuando no existían sesudos estudios de la biota del terruño, o precisos análisis de drones con cámaras infrarrojas, sabían dónde debían plantar y lo sabían muy bien. Las mismas premisas que el escritor bético recomendaba en su icónico De re rustica, bien podrían ser las normas de cabecera del más moderno viticultor orgánico. Veamos algunas de esas perlas históricas:

1.- “…en sitio húmedo no es bueno plantar vides cuyos racimos tengan granos tiernos y muy gruesos, sino de hollejo duro, pequeños y con muchos cuesquezuelos…”

2.- “… Pero si se ha de elegir sitio y clima a medida del deseo para viñas, el mejor […] es el que no es apretado ni suelto, pero se acerca más a esto último…”

3.- “…[el suelo] ni muy llano ni muy pendiente, pero semejante a una llanura elevada: ni seco ni aguanoso, sin embargo moderadamente húmedo…”

4.- “… [la viña] no quiere un clima glacial, ni por el contrario ardiente, pero le acomoda más el cálido que el frío…”

5.- “… por lo común en cualquier terreno los llanos dan vino con más abundancia, aunque las colinas lo producen más agradable…”

6.- “… Y no hay duda que es tal la naturaleza de algunas vides, que según la posición de los lugares, unas veces son superiores y otras inferiores a ellas mismas…”

Todas estas premisas eran, sin duda, un recopilatorio de las experiencias labradas durante generaciones de infatigables viticultores, silentes estudiosos del terruño. Experiencias a las que no eran ajenos sus compatriotas destinados en el septentrión más occidental de Hispania; aunque estos belicistas conterráneos pudieron explotar sus conocimientos agrícolas más de un siglo antes de que el más famoso bético del Imperio Romano (con perdón de Trajano, Adriano y Séneca) escribiera su Magnum opus. Además de su impetuoso afán de conquista, arropado por la promesa de tierras para su explotación, los soldados romanos trajeron consigo los productos más característicos de sus tierras natales entre los que, por supuesto, se encontraba la vid. Y es precisamente aquí, donde empiezan a encajar las piezas del puzzle.

Aunque a los castreños no les era ajeno el vino, probablemente su implicación no iba mucho más allá de su adquisición comercial a cambio de metales preciosos y/o esclavos (recursos bastante abundantes en la época). Tras la llegada de los romanos por el sureste, y a medida que se iba pergeñando la futura provincia de Gallaecia, la interacción era inevitable: sus vitis vinifera sativa empezaron a cruzarse (¿fortuita o forzosamente?) con nuestras vitis vinifera sylvestris. Lamentablemente, gran parte de nuestro más ancestral patrimonio genético (nuestras sylvestris) está destruido por la sobreexplotación, o mala gestión, de nuestros recursos hídricos; su hábitat natural. Leyendo las reflexiones de Columela, podemos interpretar que cuando los soldados se encontraron con un entorno eminentemente húmedo tuvieron que seleccionar las variedades de piel más gruesa y grano más pequeño, lo que les obligaría a cruzar sus “endebles” variedades mediterráneas con nuestras “agerridas” norteñas.

Posteriormente las plantarían en aquellas tierras más proclives a la producción regular de uva para su subsiguiente vinificación (suelo ni apretado ni suelto, ni muy llano ni muy pendiente, sin un clima glacial, ni por el contrario ardiente). Este proceso de selección masal y territorial, sin duda ha sido fruto de años y años de experimentación, ensayo y error y afinamiento de los métodos. Allí donde los procesos se simplificaban y la vitivinicultura se podía desarrollar de la forma más fluida y sin cortapisas, poco a poco se fue esbozando un tejido industrial que perdura a día de hoy.

Los romanos urdieron una estructura empresarial tan potente en toda Galicia en torno al vino, que a día de hoy (2.000 años después) sigue siendo un motor económico y uno de los principales activos de recuperación del rural. La situación vitícola actual se presenta como un embellecido reflejo de una iniciativa milenaria.

Por ello es un privilegio poder disfrutar de vinos cuyo origen ha sido determinado no por un Terroir Hunter, ni siquiera por un bodeguero o enólogo, sino por un asentamiento de ciudadanos que así lo hizo posible hace siglos. En honor a todos ellos, hoy ensalzamos los resultados de algunas de las bodegas que recogen su testigo.

MONTERREI

-Concello de Monterrei. Castro de Medeiros.

Mara Moura 2016. No podíamos hacer alusión a los vinos vinculados a los Lagares Rupestres de Galicia sin empezar por aquel cuyo origen está ligado a la recuperación del castro con una de las mayores concentraciones de estos elementos líticos. Mara Moura es una selección de varias parcelas de verdello (alguna de ellas muy próxima al Castro) que nació hace un año para visualizar el proyecto de recuperación patrimonial que bodegas Martín Códax está desarrollando conjuntamente con el CSIC y la USC.

-Concello de Oímbra. Lagar O Carballal.

Trasdovento 2016. El lagar a mayor altitud de toda Galicia (818 msnm) nos da una idea de hasta dónde estaban dispuestos a llegar nuestros ancestros para conseguir la mejor expresión de sus uvas. Trasdovento es un verdello louro y verdello proveniente de algunas de las fincas situadas a mayores cotas de altitud de Monterrei (hasta 700 msnm), lo que le confiere esa frescura e identidad propia.

-Concello de Oímbra. Lagar Camiño Fondo.

Castro de Lobarzán 2016. Este lagar de grandes dimensiones podría haber producido vino blanco, clarete y tinto. Aunque la bodega Castro de Lobarzán se encuentra en Monterrei, el 90% de sus viñedos se sitúan próximos a Lagares Rupestres, como el que tienen en O Rosal, a escasos metros de este lagar.

-Concello de Verín. Lagar O Outeiro.

Terra Tamagani 2016. Y del lagar más alto, vamos al más grande. Con una superficie de prensado de más de 15 m2, este tipo de lagares nos muestran la relevancia que tenían las estructuras en la comarca, con capacidades de producción enormes, pudiendo ser utilizadas de forma comunitaria. Terra Tamagani nos presenta una cara más madura de la verdello, donde la conjunción de distintos propietarios de fincas se expresa en un único vino: la esencia del espíritu colectivo.

RIBEIRO

Concello de Beade. Lagar Colo Madeiro.

Beade 25 de Autor 2015. Este lagar se encuentra a 5 metros de una carretera local de Beade, la misma que cruza varias hectáreas de viñedo antes de llegar al lagar. Beade 25 de Autor, está elaborado 100% con la Loureira proveniente de dos viñedos de la zona. La Loureira es una variedad extremadamente aromática; tanto, que nos puede llegar a recordar, aunque no estén emparentadas, a la Moscatel de Bago Miúdo (probablemente una de esas variedades que los soldados romanos no se olvidaron de traer).

Concello de Castrelo de Miño. Lagar A Campaza.

Norte & Sur 2016. El primer lagar datado científicamente, por el profesor titular de arqueología D. Fermín Pérez Losada. Los estratos localizados en su superficie aseguran su inactividad a partir del siglo II, por lo que su uso es anterior. En Castrelo encontramos a la bodega Pousadoiro, quienes recuperan en este vino la ancestral vinificación en tinajas de terracota, práctica extendida en toda Eurasia hace 2.000 años.

Concello de Ribadavia. Lagar Monte Grande.

A Teixa 2013. Su aspecto definido y preciso hace pensar en un trabajo de labrado más meticuloso de lo habitual. Aunque el bodeguero Luis Anxo es más conocido por sus viñedos en Arnoia, hace su incursión en el valle del Avia con un viñedo del que logra mostrar su propia personalidad al más puro estilo borgoñón, llegando incluso a omitir aquellas añadas en las cuales la intervención en bodega distorsionaría en exceso la expresión del terruño. La finca de la que proviene A Teixa coincide en proximidad, suelo, altitud y orientación con el lagar.

RIBEIRA SACRA

-Concello de A Pobra de Trives. Lagar A Pena Longa.

Alcouce 2015. Uno de los pocos lagares labrados en lousa en lugar de granito. Su orientación noreste y la hostilidad del entorno hace pensar más en un uso de limpieza de minerales que en elaboración de vino. No obstante, de servir para esto último, probablemente estaría destinado a la elaboración de tinto dada la profundidad del calcatorium. Pío Domínguez es su orgulloso guardián desde la atalaya que es su bodega (Chan do Couso) coronando la colina. En las inmediaciones de la bodega se encuentra otro lagar de menores dimensiones, probablemente destinado a la extracción de mosto mediante el pisado de la uva.

-Concello de Pantón. Lagar O Souto.

Verdes Matas 2015. Un lagar sacralizado, como indica la cruz grabada en su base, que se encuentra a escasos metros de una humilde ermita y de tumbas antropomórficas. Este lagar es un claro ejemplo de la relevancia que el vino tuvo más allá de los romanos, manteniéndose como un símbolo sacro durante toda la Edad Media. Verdes Matas es un vino cuya naturaleza es la de mostrar el vínculo entre los afamados vinos del Sil durante el comercio medieval y los consumidores de hoy.

RÍAS BAIXAS

-Concello de As Neves. Lagar Taboexa.

Lusco 2016. Probablemente una de las lagaretas más antiguas de Galicia. Se encuentra en el romanizado Castro de Altamira y su uso debía estar más vinculado a la extracción de zumo de zarzamoras o aceites para rituales de fecundación. Pazos de Lusco es una pequeña bodega recuperada por el Grupo Gonzalez Byass, una muestra del interés que los vinos gallegos suscitan allende nuestras fronteras. Para la elaboración de Lusco, además de otros viñedos, se suministran de fincas muy próximas al exquisito enclave castreño.

-Concello de Ponteareas. Lagar A Vigaira.

Manuel d’Amaro Pedral 2015. Se localiza entre las ruinas de la “Domus” de Santa Leocadia de Guillade, documentado desde el 8 de julio de 963. La profundidad de su calcatorium indica la posibilidad de que en él se elaborase vino tinto. Este lagar situado en el corazón del Condado do Tea, bien podía haber sido utilizado por nuestros ancestros para la vinificación de uvas autóctonas como la Pedral que elabora Señorío de Rubiós en homenaje a uno de los grandes recuperadores del viñedo y de sus variedades ancestrales en el Condado do Tea: Manuel d’Amaro.